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Por Javier Vargas Pereira El
ajedrez es un juego de inteligencia que se disputa con ideas. Las ideas
son actos del entendimiento mediante los cuales se logra la comprensión
de algo. Consisten en imágenes, representaciones y conocimientos que
quedan en la mente de lo que se percibe o se concibe. Es una palabra que
proviene del griego, idein, ver, referido a la forma, figura o aspecto
de la realidad que es susceptible de ser captado por el conocimiento.
Según el filósofo Platón, las ideas son modelos de las cosas
manifiestas. El filósofo alemán Emanuel Kant sostuvo que se trata de
conceptos metafísicos de la razón. Para Georg Wilheim Hegel, son el
único ser verdadero y real. Y para el escritor francés Víctor Hugo
(1802- 1885), “Lo que conduce y arrastra al mundo no son las máquinas
sino las ideas”. Toda
partida de ajedrez es un intenso ejercicio de discurrir, ingeniar y
concebir ideas. Como juego de táctica y estrategia, se basa en
operaciones destinadas a obtener un resultado. A estas operaciones se
les llama razonar, facultad que pone en juego ideas, juicios y
conclusiones. Una de las funciones principales del penar ajedrecístico
es concebir ideas a futuro. El pensamiento de los ajedrecistas es de
anticipación. A partir de las ideas que conciben les es posible
vislumbrar temas y combinaciones que conducen a la victoria. La elección
de una jugada es una deducción lógica fundada en temas y principios
aportados por la experiencia y la teoría. El psicólogo y ajedrecista
Nikolas Krogius, en su libro, La psicología en ajedrez, dice: “La
unidad de lo sensitivo y lo lógico, lo concreto y lo abstracto en el
pensamiento del ajedrecista se manifiesta en que la valoración general,
las ideas y demás generalizaciones actúan conjuntamente al pensar un
movimiento determinado...” El
juego ciencia es un sistema de signos con los cuales se libra la
contienda al confrontar unas ideas con otras. En el fondo, lo que los
jugadores hacen es desplegar ideas con vistas a demostrar supremacía y
alcanzar la victoria. En la jerga ajedrecística, el concepto, fuerza de juego,
alude a la experiencia, eficacia y nivel de maestría de un jugador, la
que se manifiesta mediante la puesta en práctica de sus ideas y
conceptos. Según
el filósofo Alfred Fouillée, las ideas no sólo pueden tener una fuerza,
sino ser ellas mismas una fuerza, y las define como formas mentales o
formas de conciencia, que pueden convertirse en factores reales en
virtud del carácter intensivo de la representación y de la posible
unión de la idealidad con la energía. Y agrega que las ideas pueden ser,
por tanto, “la revelación interior de una energía y su punto de
aplicación, de una potencia y una resistencia, de una fuerza en acción o
de un movimiento.” Todo ajedrecista puede testimoniar la validez de
esta afirmación. El filósofo John Locke, en su libro, La dirección del entendimiento,
dice: “En realidad, las ideas y las imágenes en la mente son poderes
invisibles que constantemente nos gobiernan; a ellas todos los hombres
prestan su más fiel sumisión. Es, por tanto, de la mayor importancia que
se vigile estrechamente el entendimiento para conducirlo acertadamente
en la consecución del saber y la producción de las ideas.” Toda
idea es una producción intelectual. Para el maestro Siegbert Tarrasch
1862- 1934), destacado jugador, teórico y pedagogo alemán, “El ajedrez
es una forma de producción intelectual que tiene su encanto peculiar. La
producción intelectual es una de las grandes satisfacciones, si no la
mayor, al alcance del hombre.” Sin embargo, no es menos cierto lo que en
su tiempo dijo el escritor inglés George Bernard Shaw (1856- 1950):
“Toda idea nueva pasa invariablemente por tres fases: primero es
ridícula, después es peligrosa, y después… ¡todos la sabían”. E incluso
agregó: “Las ideas son como las pulgas, saltan de unos a otros, pero no
pican a todos.” Pero el poeta estadounidense Walt Whitman, en Hojas de Hierba, dice: “¡A través de tu idea, ve aquí la realidad inmortal! ¡A través de tu realidad, ve aquí la idea inmortal.”
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